viernes, 15 de febrero de 2013

Haurrentzako ipuina.


Había una vez una gran estrella que vivía triste y sola. Lloraba todos los días porque le daba miedo la oscuridad, y era ella quien debía alumbrar el cielo. Pero cuanto mas lloraba, mas se apagaba y mas miedo tenía. Los barcos se perdían en la oscuridad, pues se guiaban por las estrellas, y a una que faltara, el cielo cambiaba. Pero la pobre estrella no podía hacer nada, estaba muy agobiada. Tanto lloró, que la gran estrella se fue haciendo pequeña, porque sus lágrimas se escapaban de sus ojos para llenar los ríos. Ella nunca entendió porque los humanos lo llamaban lluvia, menudo nombre mas feo a sus lagrimas. Además, se iba deshaciendo lentamente, mas a cada giro del sol, que indicaba el paso del tiempo. Al acercarse al sol, sentía calor, pero la oscuridad y el miedo desaparecían. Tanto se acercó, que pequeños cachitos de ella comenzaron a caer al planeta azul. Tampoco entendía porque llamaban a eso meteoritos, si claramente se veía que eran fragmentos de una estrella. Con el paso de los días, fue pareciéndose mas a un queso Gruyere, llenita de agujeros, asique la sabia Luna, preocupada, decidió hablar con ella:
-Estrellita, tienes que alumbrar el cielo, para que los barcos cuando naveguen por el mar no se pierdan.
-Ya lo se Luna, pero tengo mucho miedo a la oscuridad.- respondió con voz temblorosa.
-Debes confiar en ti misma estrellita, y creo que se el modo. –le comentó sonriente la Luna.
La luna ató un lado de una fina cuerda a una de las puntas de la estrella, y la otra la agarro ella fuerte. Vivieron juntas meses, y en ese tiempo la estrella hizo desaparecer sus agujeros, comenzó a brillar por si sola y se hizo mas grande. Todo gracias a la potente luz de la Luna, que le regaló la confianza que necesitaba. Cuando la estrella estaba preciosa, la Luna le dijo:
-Ahora que ya eres fuerte y brillante, puedo dejarte marchar, pues ya estás sana y como tienes luz propia, no volverás a tener miedo a la oscuridad.
La Luna, soltó la cuerdita que la unía a la estrella y la dejo ir, segura de que volvería a guiar a los barcos tan bien como antes.

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